“Acuérdate de los anocheceres de terror
donde el pensamiento de la nada te arañaba el vientre,
regresando siempre para picotearte como un buitre
…acuérdate de tus cómplices y de tus engaños, y de ese gran
deseo de salir de la jaula”.
René Daumal
René
Daumal
(Francia,
1908 – 1944)
El
Contracielo
(1936)
Clavículas
de un Gran Juego Poético
(Fragmentos)
Es necesario que alguien venga y diga:
—Aquí está, así son estas cosas.
Ojalá que esto sea mostrado, no importa quien pueda decir:
y la luz, por lo demás, tampoco es de nadie.
…sin embargo, muy probablemente soy el primero en haberla
formulado
explícitamente.
Cuando la palabra “Yo” entra o interviene en este poema, lo
hace como si estuviera enunciando un ser metafísico, o más
bien un
momento dialectico, y no mi personalidad.
Una
Voz Poco Conocida
He aquí la herida de los días comidos por el sol,
la frente pálida de los despertares,
y tu mano sobre mi rostro.
He aquí el mundo nuevo y la escalera de hielo,
todos estos juguetes nuevos que enlaza
un brazo de sal gema.
El inútil grano que siembra la niebla
sobre la tierra a la primera sospecha de blasfemia,
la inútil mano.
El primer deseo de romper la frente
los pisos del cielo y todo los techos,
la inútil hambre.
He aquí el reflejo en el agua dura de estaño
de la sombra de corona devorada en vano,
el inútil dolor.
He aquí el lecho blanco bajo la sofocación
y tu frente afiebrada avanza y retrocede,
dame
la mano.
Sólo
Basta una Palabra
Nombra si puedes a tu sombra, a tu temor
y mide el contorno de su cabeza,
el contorno de tu mundo y si puedes,
pronúnciala, la palabra de las catástrofes,
si te atreves a romper ese silencio
tejido de risas mudas —si te atreves
sin cómplices, a reventar la esfera,
a desgarrar la trama,
muy solo, completamente solo, planta allí tus ojos
y ven ciego hacia la noche,
marcha hacia tu muerte que no te ve,
sólo si te atreves a romper la noche
recubierta de pupilas muertas,
si te atreves sin cómplices
a venir solo y desnudo hasta la madre de los muertos.
Tu pupila reposa en el corazón de su corazón
Oye cómo te llama: mi niño
óyela como te llama por tu nombre.
nco bajo la sofocación
y tu frente afiebrada avanza y retrocede,
dame
la mano.
Después
Voy a renacer sin corazón
Siempre en el mismo universo,
llevando siempre la misma cabeza,
las mismas manos,
quizás cambiadas de color,
pero ni aun eso me consolaría.
Seré cruel y
solitario
y comeré culebras
e insectos crudos.
No le hablaré
a nadie
sino con palabras de insectos
o de culebras desnudas,
con
palabras que vivirán y reirán a pesar de mí.
re.
nco bajo la sofocación
y tu frente afiebrada avanza y retrocede,
dame
la mano.
Rompecorazones
Este pájaro que se separa de tu rostro
ya no vendrá más.
Nacido de tu piel, desplegado en el espacio,
bate las hojas del aire como un niño perdido,
palmotea las manos ante el cuerpo extendido de su padre
con el cráneo destrozado contra un muro.
Este súbito golpe de un martillo de hielo
sobre tu corazón, cuando se despliegan y se extiende las
alas
en los pliegues del aire, este golpe
en la nuca, tiene sabor a sangre,
congela la esfera del espacio:
al terminarse el gran aire libre
queda sólo un duro cristal,
y para llenarlo basta tu rostro.
Todo es pleno y pesado sobre tu frente y tú temes dormir:
es tu muerte, pesada, plena y redonda.
Dormir o salir, veloz asesino
en el estallido del pájaro que levanta vuelo.
Libros:
El
Contracielo
Y
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